Embarazada me acosté con el novio de mi hija parte 3

Embarazada me acosté con el novio de mi hija parte 3

Me desperté a eso de las diez y lo primero que me vino a la mente fue el plug anal que todavía me forzaba por dentro, aunque, contrariamente a lo que esperaba, dormí mejor que nunca y sin interrupciones en toda la noche. Me sorprendí por la forma en que mi cuerpo se había acostumbrado a tener alojado algo tan grande. Ya no sentía dolor, pero caminaba con las piernas abiertas y balanceándome hacia los costados, como un pato. Cuando bajé Gigi estaba en la cocina y me había preparado el desayuno, pero no era un desayuno cualquiera, sobre la mesa había frutas cortadas y un batido verde que ella estaba terminando de hacer en la licuadora.

-Buen diiia, ¿Cómo dormiste?

-Buen día hija, muy bien ¿Qué es todo esto?

-Tu desayuno de hoy, sentate.

-Nunca como frutas a la mañana, ¿Y ese batido?

 

-Es un batido especial para limpiar los intestinos, tiene de todo, manzanas, apio, kiwi, pepino, y varias cositas más jeje.

 

-¿Y para que quiero limpiarme los…?

 

-¿En serio hace falta que te explique?, Vos confiá en mí, estuve averiguando. Lo importante es que puedas ir al baño en un par de horas y que vayas bien para sacarte todo y estar perfecta hoy a la noche ¿Se entiende?, Durante el resto del día vas a comer solo frutas.

 

La situación me dio tanta vergüenza que terminé tomando ese batido lo más rápido posible y me fui al comedor a ver televisión. Gigi subió las escaleras y bajó un poco después, traía una toalla y mi máquina de cera.

 

-Tomá, sacate el vestido y sentate sobre la toalla, te voy a depilar.

 

-¿Hace falta? Desde la última vez apenas me creció un poco… - Había pasado más de un mes y apenas me había crecido una alfombrita que para mi gusto era bastante aceptable.

 

-Claro que hace falta. Hoy tenés que estar hecha una diosa. No te preocupes, ya sabés que soy buena en esto.

 

Cuando la cera estuvo caliente me desnudé y me abrí de piernas en el sillón. En esa posición podía sentir como mi ano retenía el plug que hacía fuerza para escaparse. Gigi me aplicaba la cera y cada tanto jugaba con el corazoncito rojo que sobresalía de mi culo, lo giraba, lo empujaba, y yo tenía que morderme la lengua para ahogar quejidos y suspiros. En un momento tiró con maldad hacia afuera, casi hasta sacarlo, pero mi esfínter estaba tan aferrado al acero que inmediatamente lo devolvió a su lugar. Terminamos con la depilación para la hora del almuerzo y, mientras Gigi comía porciones de pizza de la noche anterior, yo solo estaba autorizada a comer fruta. Cuando por fin me agarraron ganas de ir al baño me encontré con lo que tanto temía: sacarme el plug era imposible. El lubricante con el que me lo había metido el día anterior se había ido y ahora ya no se deslizaba con tanta facilidad. No me quedó otra opción que llamar a mi hija, que agregó más lubricante para después sacarlo con suaves movimientos de ida y vuelta. Mis gritos de dolor fueron tan fuertes que casi tuvo que taparse los oídos. Salí del baño un rato después y Gigi me esperaba con el plug en la mano, lo había desinfectado y lo había lubricado otra vez, yo intenté negarme con la excusa de que todavía me dolía demasiado, pero ella fue implacable, dijo que si no me lo ponía me cerraría y todo el esfuerzo habría sido en vano. A pesar de mis quejas, estaba tan dilatada que casi ni sentí cuando el plug volvió a entrarme entero en el culo. Dormí la siesta por el resto de la tarde, y a eso de las seis Gigi vino a buscarme a mi habitación, traía un par de frascos, algodón y un aparatito extraño parecido a un marcador grueso.

 

- Arriba mami, despertate, tenemos que preparar unas cositas para hoy a la noche, en una hora o un poquito más va a llegar Lucas y tenés que estar lista.

-¿Qué es todo esto?

-Te voy a hacer unos tatuajes con henna.

-¿Estás loca?, ¿Cómo me vas a hacer un tatuaje?, eso sí que no te lo puedo permitir…

-Quedate tranquila, son tatuajes temporales, en unos días se van…

-En unos días viene Sebas, no creo que le guste ver que yo…

-Si hoy te portás bien te prometo que mañana te lo saco, son muy fáciles de borrar, ya vas a ver.

-¿Y qué me pensás tatuar?

-Es una sorpresa, ponete de espaldas.

-Menos mal que todo esto termina hoy, porque ya no sé con qué cosa nueva vas a salir – Me senté y le di la espalda como me pedía.

-Así no, ponete en cuatro sobre la cama.

Obedecí y durante un rato sentí como Gigi me aplicaba sobre la espalda un líquido espeso y caliente que parecía endurecerse sobre mi piel. Cada tanto soplaba para enfriarlo, estaba tan concentrada que no dijo una palabra, y cuando terminó inmediatamente se puso a trabajar en otra aplicación sobre mi nalga derecha, me hacía cosquillas. Después de dejarme un rato así me pasó un trapo húmedo por los lugares donde me había puesto el líquido y sacó los restos secos. Parecía satisfecha. Con su teléfono celular le sacó una foto a mi espalda y me la mostró. Entre mis omóplatos, con letras muy prolijas y ceremoniales, decía: “Feliz cumpleaños amor”.

-¿Te gusta ma?

-¿No será mucho?, ¿Me vas a mostrar el otro que me hiciste más abajo?

-No, ese es un secreto entre Lucas y yo, ya te vas a enterar más tarde. Ahora sentate en la cama que te voy a maquillar.

-¿Y qué me voy a poner?

-En realidad no pensaba vestirte… Pero ahora que lo decís, algo bien cortito abajo no estaría nada mal.

Antes de que yo pudiera responder fue hasta mi vestidor y casi lo primero que encontró fue la minifalda y el portaligas que me había puesto para Lucas. Se rio de mí por tener prendas tan insinuantes y me las dio para que me las pusiera. Después pasó varios minutos maquillándome, y cuando me mostró mi cara en el espejo casi no me reconocí. Yo quería levantarme la minifalda y mirar lo que me había tatuado en la nalga, pero Gigi no me daba oportunidad. Entonces sonó su teléfono y revisó la pantalla.

-Es un mensaje de Lucas, está saliendo de la casa y llega en quince minutos.

-¿Y qué pensás hacer? – Pregunté inocentemente esperando como respuesta que ella se encerraría en su habitación para dejarme con él, o algo así, pero al parecer ese no era el plan.

-Vení, acompañame – Me tomó del brazo y me arrastró hasta su habitación.

-¿Y esto? – El lugar estaba irreconocible, había colocado luces rojas y azules, guirnaldas muy elegantes y almohadones por todos lados.

-Vas a esperar acá y yo lo voy a traer cuando llegue – Puso dos almohadones en el piso, cerca de la cama – Arrodillate sobre los almohadones.

-¿Lo vamos a hacer acá en tu habitación? – Mi pregunta fue bastante estúpida. Me arrodillé en los almohadones e inmediatamente Gigi tomó una cinta de raso larga de su escritorio, la envolvió con varias vueltas alrededor de mis tobillos y subió hasta rematarla con un nudo cerca de mis rodillas.

-Apoyá los codos en este banco – Puso delante de mí un banquito acolchado muy bajo. Obedecí y con otra cinta idéntica me inmovilizó los antebrazos desde los codos hasta las muñecas.

-¿C-Cuanto tiempo pensás dejarme así? – Me puse un poco nerviosa, aunque tengo que confesar que los almohadones me ahorraban el dolor del peso de las rodillas sobre el piso duro, y mis brazos sobre el banquito me levantaban lo suficiente como para que mi panza quedara protegida y sin posibilidad de aplastarse.

-El tiempo que sea necesario.

Gigi se colocó detrás de mí y empezó a rotar suavemente el plug para sacarlo como lo había hecho más temprano, esta vez no tuvo que usar lubricante. Yo intentaba girar la cabeza para ver lo que sucedía detrás, pero la posición me hacía doler el cuello. Me sentía como una vaca a la que estaban a punto de marcar. Escuché que sacó algo del cajón de su escritorio y con el rabillo del ojo pude ver que se trataba de las bolas chinas que había comprado junto con los plugs. Me quejé y traté de resistirme pero los nudos estaban muy bien hechos. Sin decir una palabra lubricó las seis bolas rojas y empezó a hundirlas en mi culo. No sentí absolutamente nada cuando entraron las primeras tres, y la cuarta me hizo cosquillas. La quinta era apenas un poco más pequeña que el plug que acababa de sacarme, pero al entrar empujó a las otras cuatro bolas dentro de mi recto y me retorcí en un arrebato involuntario mezcla de dolor y placer. Cuando yo pensé que era imposible que entrara algo más, y que la sexta, última, y enorme bola, quedaría ahí afuera, asomada, Gigi empezó a hacer fuerza y a rotar todo el bendito aparato. Las cinco bolas que ya estaban en mi culo giraban y me revolvían por dentro mientras la otra iba lentamente agrandando mi esfínter hasta un nuevo umbral. El dolor me hizo ver las estrellas, y debo haber soltado más de una lágrima hasta que finalmente entró. Gigi me acomodó la minifalda y se sentó en la cama delante de mí.

-Si llorás se te va a correr el maquillaje, no llores - Me hablaba con mucha ternura.

-E-Esta bien hija…

-Mami… Yo te quiero mucho, siempre vas a ser mi mama y yo siempre voy a ser tu hijita… pero por esta noche nos vamos a olvidar de eso y, pase lo que pase, después vamos a seguir como siempre, ¿No? - Me acarició las mejillas para secarme las lágrimas.

-S-Si…

-Entonces te voy a pedir una última cosa. Desde ahora tenés prohibido decir una palabra hasta nuevo aviso. Si no cumplís me vas a obligar a amordazarte, y no quiero que Lucas te vea así, ¿Está bien?

Asentí con la cabeza. Gigi se inclinó para darme un beso en la mejilla. Después se acercó a su armario, sacó ropa que no pude ver, supuse que para cambiarse, y salió de la habitación cerrando la puerta, dejándome inmovilizada y sola. No sé cuánto tiempo habrá pasado, tal vez cinco o tal vez quince minutos, hasta que escuché el sonido del timbre y voces en la planta baja, pasos que subieron por las escaleras, y finalmente la voz dulce de mi hija cantando el feliz cumpleaños del otro lado de la puerta de la habitación. Cuando por fin entraron, Lucas tenía los ojos vendados, se había vestido elegante, casi la misma ropa que la noche en que me había visitado. Gigi, por su parte, se había puesto un pantalón de cuero negro pegado al cuerpo y un top blanco que dejaba el ombligo a la vista y le marcaba increíblemente el escote. Tenía maquillado el contorno de los ojos con delineador negro y se había atado el pelo, parecía otra mujer. Recién entonces caí en la cuenta de que yo, más allá del portaligas y la minifalda que no tapaba casi nada, estaba desnuda, con las tetas colgando, la concha casi al aire, y las bolas chinas llenándome hasta los intestinos. La venda en los ojos de Lucas era lo único que me separaba de la humillación total. Y yo sabía que esa venda se iría en cualquier momento.

-Pasá amor, sentate en la cama, yo te guío – Dijo Gigi.

-Wow, cuanto misterio, no aguanto más la curiosidad.

-Bueno, ya no falta nada, ¿Estás cómodo ahí? – Lucas sin saberlo se había sentado frente a mí, con sus rodillas a escasos centímetros de mi cara.

-Sí, pero me muero por saber que va a pasar.

-No seas impaciente, antes tengo que hacer algunos ajustes – Le sacó la camisa, le desabrochó los pantalones y le pasó una mano por las abdominales marcadas, casi como mostrándomelas.

-Ufff, creo que ya sé por dónde viene la sorpresa.

-No amor, creeme que ni siquiera te la imaginás – Con total determinación le abrió las piernas y le sacó la pija de adentro del calzoncillo, después la soltó y, con una mano en el banquito y la otra sobre mi cuello, me movió unos centímetros hacia adelante hasta que mi cara rozó sus huevos.

-Mhhh, ¿Me la vas a chupar, hermosa?

-¿Querés? – Gigi sonrió y me miró con severidad señalando la pija de su novio.

-¿Cómo no voy a querer? - Lucas se puso las manos detrás de la nuca y echó la cabeza hacia atrás. Yo saqué la lengua tímidamente para empezar a deslizarla por su tronco. Después de varias pasadas Gigi me tomó por la frente para detenerme.

-¿Te gusta cómo te la chupo? – Antes de hablar puso su cara al lado de la mía para darle la impresión de que era ella la que se la estaba chupando.

-Me encanta amor, sos increíble – Mi hija le agarró la pija por la base con mucho cuidado, le puso la cabeza contra mis labios y con un gesto me indicó que abriera la boca. A pesar de la incomodidad de hacer algo así frente a mi propia hija, la situación me estaba empezando a excitar.

-Y eso que todavía no viste nada… - Después de decir eso Gigi se puso de pie, se arrodilló en la cama atrás de Lucas y le puso las manos sobre los hombros mientras yo seguía con su pija en la boca.

-¡Amor!, ¿Quién esta atrás mío? - Casi inmediatamente se dio cuenta de que pasaba algo extraño y su primera reacción fue intentar quitarse la venda de los ojos.

-Shhh, tranquilo. La que esta atrás tuyo soy yo, y la venda por ahora se queda – Gigi le había puesto las dos manos delante de la venda para retenerla y ahora le hablaba al oído.

-Entonces quién… No me digas que vamos a… - Mi hija bajó una mano y le tapó la boca.

-No trates de adivinar. Quedate calladito y disfrutá, que todavía no tenés idea de lo que va a pasar.

Con eso, Gigi rodeó a su novio desde atrás con los brazos y le empezó a acariciar los huevos con una mano mientras con la otra tiraba de mi cabeza hacia adelante para hacerme tragar su verga, que ahora se había puesto dura como jamás la había sentido. Después agarró con firmeza la base, que estaba empapada con mi saliva, y fue ganando terreno mientras empujaba mi cara hacia atrás. Durante un buen rato estuve con el glande en de mi boca, suspendido sobre las caricias de mi lengua, mientras ella lo masturbaba con las dos manos. Lucas gemía de placer y Gigi me miraba controladora por encima de su hombro. Las dos nos dimos cuenta cuando estaba cerca del orgasmo, pero en lugar de detenerse ella empezó a masturbarlo más rápido, me sacó la pija de la boca y la apuntó a mi cara hasta que empezó a disparar chorros de semen sobre mis labios, mi nariz y mis ojos. Gigi buscaba cada rincón de mi rostro que aún no estuviera cubierto de esperma. Cuando su novio se repuso del orgasmo, lo ayudó a ponerse de pie, lo arrodilló detrás de mí y guió sus manos hasta colocarlas sobre mis tetas. Tenía los dedos calientes y los deslizó hasta encontrar mis pezones, los pellizcó y los retorció con ganas.

-¿Y amor?, ¿ya adivinaste quién es?, deberías reconocer tus tetas favoritas…

-¡¿Laura?!, ¡Es tu mamá! – Gigi le quitó la venda de los ojos. La vista era grotesca, yo estaba arrodillada, semidesnuda y atada como un matambre, con la cara hecha un enchastre y un tatuaje que decía “Feliz cumpleaños amor” en la espalda. Lucas tardó unos segundos en entender lo que pasaba y aun así seguía sin saber lo que decir – Crei que era una…

-¿Creíste que era una prostituta?, te dije que si algún día hacíamos un trío podíamos contratar a una prostituta, pero esto no va a ser un trío.

-¿No? – Lucas seguía embobado, había soltado mis tetas y se había puesto de pie.

-No. La verdadera sorpresa todavía no la viste. Levantale la minifalda… - Yo, en silencio, intentaba girar el cuello para verlos y pestañeaba para escurrir el semen que me había entrado en los ojos.

-A ver… - Sentí como Lucas agarró con cuidado la tela de la mini para levantármela – ¡UFFFFFF!, ¿Vos le hiciste estos tatuajes? – Entonces me acorde del segundo tatuaje, el que estaba sobre mi nalga derecha.

-Esperá, todavía no hagas nada. Quiero que lo vea mi mamá – Gigi sacó una foto de mi culo con su celular y me la mostró: mi esfínter dilatado dejaba ver dentro de mi recto parte de la última bola roja junto con el hilo y la anilla que sobresalían, y sobre mi nalga derecha había un tatuaje escrito con letras góticas muy claras que decía: “Putita anal de Lucas”. Bajé la cabeza y me quedé en silencio – Ahora si amor, es toda tuya, disfrutá de tu regalo de cumpleaños.

Hubo unos segundos de tranquilidad y por un momento tuve la sensación de que Lucas diría que todo eso era una locura, o que al menos me dirigiría la palabra para intentar comprender como yo había llegado a acceder a hacer una cosa así. Pero nada de eso sucedió, y en cambio los dos se arrodillaron a mis espaldas para ver más de cerca el fenómeno en que Gigi había convertido mi culo. Se comportaban como si yo no estuviera presente en la habitación, mi cuerpo era sólo un juguete que no podían esperar para usar. La humillación era tan grande que decidí cerrar los ojos y no volver a levantar la cabeza. Entonces vinieron las instrucciones finales de mi hija.

-Primero tenés que sacarle las bolas chinas con cuidado, hacelas girar de a poquito tirando hacía afuera, y vas a ver lo dilatada que está… - Sentí un estremecimiento que me hizo temblar, Lucas había agarrado la anilla y estaba empezando a tirar.

-¿Así?, me parece que está trabada, tengo miedo de lastimarla – La mano grande y fuerte de Lucas hacía contrapeso sobre mi nalga.

-Quedate tranquilo, ya está acostumbrada. Además, le puse mucho lubricante, tenés que tirar un poquito más, y vos mamá, relajate y déjalo salir – Aunque los tirones eran cada vez más fuertes, parecía imposible que la bola más grande fuera a pasar por mi esfínter, pero todo lo que entra tiene que salir, y en el momento en que la parte más ancha terminó de asomar, las seis bolas salieron casi disparadas, traccionadas por la mano ansiosa de Lucas que no se detuvo en ningún momento. Solté un grito de dolor bastante dramático, pero la verdad era que había sentido placer. Ahora estaba vacía por dentro, y eso me hizo darme cuenta de que necesitaba ir al baño. La inmovilidad y los nervios me habían dado ganas de hacer pis.

-Chicos creo que necesito ir al baño… - Los dos me ignoraron.

-Es impresionante lo dilatada que está – Dijo Lucas. Aunque no podía verme a mí misma, sentía el aire frio entrar en mi culo totalmente abierto.

-No fue fácil, tuvimos que agrandarlo con juguetitos durante varios días.

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-¿Puedo?

-Claro que podés, es todo para vos, pero antes ponele mucho lubricante.

Los dedos de Lucas cubiertos de lubricante se deslizaron por mi piel hasta encontrarse con mi esfínter estirado, lo recorrieron varias veces por fuera hacia un lado y hacia el otro hasta que finalmente entraron, estaban fríos, pero yo estaba tan dilatada que apenas podía sentirlos, y tardé varios segundos en darme cuenta de que no tenía uno ni dos, sino tres dedos metidos en el culo, explorándome y acariciándome por dentro. Con la otra mano Lucas empezó a tocarme la concha, y los tres nos dimos cuenta de que la tenía empapada, me masajeaba en círculos y amagaba con meterme los dedos ahí también, pero volvía para atrás dejándome con las ganas. Por la posición de mi hija y sus movimientos me di cuenta de que sostenía entre sus manos la verga de su novio y lentamente la acariciaba. Era cuestión de tiempo para que volviera a ponerse dura, y entonces sabía lo que me esperaba. Los dedos de Lucas entraban y salían de mi culo cada vez con más velocidad, y por momentos me apretaba en algún punto cerca de la vejiga y me hacía recordar mis ganas de ir al baño. Finalmente sacó los dedos y sentí algo suave y firme presionar contra mis labios vaginales, no tardé en darme cuenta que se trataba de su pija dura, que me empujaba con una suavidad exquisita y se embebía en mis fluidos, me mimaba la concha por fuera con ternura, conectándose conmigo más allá de la severa presencia de Gigi, como para decirme que todo iba a estar bien.

-¿Qué haces amor?, ¿Después de todo lo que trabajé para convencerla y prepararla te la vas a coger por la concha?

-No, no, solo quería sentirla un poquito, es que… la tiene muy suave.

-Es que está recién depilada, la preparé para vos, pero hoy vas a probar algo mejor. Vení, yo te ayudo – Gigi me desató el nudo de las rodillas y me abrió las piernas, agarró una vez más la pija de su novio, la cubrió con lubricante y apoyó el glande en la entrada de mi ano.

-Hija… p-perdón, ¿Puedo primero ir a hacer pis? – Hice un último intento, pero como respuesta la mano firme de Gigi me agarró del pelo y tiró de mi cabeza hacía atrás.

-¿Qué dijimos sobre hablar?, vas a ir al baño cuando yo te diga – Me volvió a bajar la cabeza y se dirigió a su novio – No te preocupes amor, está nerviosa, ya se le va a pasar. Ahora quiero que te relajes y disfrutes, yo sé que vos querías el mío, pero no te podés quejar, estas a punto de romperle el orto a mi mami.

-¿Pero estás segura de que Laura va a…?

-¿Qué Laura?, Acá hoy no hay ninguna Laura. Lo que tenés enfrente no es nada más que lo que dice ahí: “Putita anal de Lucas”.

Con eso, los dos se quedaron en silencio y poco a poco empecé a sentir la presión de la verga. Por reflejo apreté los parpados y tensioné todo el cuerpo, pero me di cuenta de que si no me relajaba iba a ser peor. Respiré profundo un par de veces y aflojé los músculos de las piernas, intenté imaginarme flotando en una nube, abstraerme de la situación. Mientras tanto mi esfínter se abría alrededor de la cabeza grande y maciza, y cuando pensé que se iba a poner doloroso, sentí la parte ancha del glande vencer la barrera y entrar en mi recto, ya se podía decir que la tenía adentro, y que todos esos dilatadores habían servido para algo. Pero entonces entendí que faltaba algo para lo que ningún dilatador me había preparado: la pija de Lucas era tan larga que parecía imposible que pudiera entrarme entera. Me la fue metiendo de a poco, pero con cada centímetro me ponía más apretada, y lo que al principio me había dado bastante placer empezó a volverse doloroso. Pensé que había llegado hasta el fondo, pero me acordé de que cuando cogimos por primera vez yo creía tenerlo entero en la concha y ni siquiera había entrado la mitad, entonces giré la cabeza lo máximo que pude y vi como su pija monstruosa sobresalía casi entera de mi culo mientras Gigi usaba las dos manos para ponerle más lubricante.

-Ya estas adentro amor, te estás culeando a mi mama, tu primer anal, ¿Qué se siente?

-Ufff, está súper apretada, no sé si voy a poder ir más adentro… - Empujó un poco más fuerte y grité.

-AAAAYYYYYY, chicos por favor, no hace falta que entre toda… Me duele…

-Vos te callás – Gigi se acercó hasta mi cabeza y me la levantó con bronca por las mejillas, sus dedos arrastraron los restos del semen de su novio que todavía quedaban sobre mí cara – Si abrís la boca de nuevo te la voy a tapar – Se limpió los dedos refregándolos en mi espalda y volvió a colocarse junto a Lucas.

-Bueno Laura, ahí voy – Aunque el tono de él sonaba algo más cortés y conciliador que el de mi hija, la esperanza de que considerara mi pedido se desvaneció cuando me agarró por la cintura con las dos manos y empezó a descargar su peso sobre mí.

-Si amor, metela toda, hasta el fondo, mostrale lo grande y dura que la tenés –Gigi lo alentaba y le acariciaba los brazos y el pecho mientras yo me retorcía con un dolor que no había experimentado jamás: era como si una barra de hierro incandescente me derritiera internamente.

-AHHHHHH, por favor, me va a lastimar – Grité tan fuerte que creí que había generado algún efecto, porque Lucas se detuvo y mi hija extendió el brazo para acariciarme la frente con suavidad.

-Ya está mami, te la metió entera.

Entonces caí en la cuenta de que la pelvis de Lucas estaba completamente apoyada contra mí, y sus huevos se balanceaban haciéndome cosquillas en la parte de afuera de la concha. Me tenía atravesada por completo y todo el largo y el ancho de su pija latía acompasadamente entre las paredes de mi recto. Me sentí tan llena que pensé que iba a vomitar, como si sacar algo por algún lado fuera a aliviarme de semejante sensación. Después de unos instantes mi cuerpo se acostumbró y la impresión de ardor y calor extremo dio lugar a otras sensaciones menos dolorosas, entonces miré para atrás y me di cuenta que la atención de los chicos ya no estaba puesta en mí. Lucas había girado su torso hacia Gigi y había empezado a desvestirla, le desabrochó el pantalón, le arrancó el top y soltó el sostén liberando sus tetas, ella se había arrodillado junto a él y lo besaba apasionadamente en la boca, lo envolvía con los brazos. Parecían una pareja a punto de hacer el amor, salvo por un detalle: la pija de él seguía clavada en mi culo hasta el fondo y no se movía de ahí. Se besaron durante un rato hasta que finalmente Gigi se apartó.

-Ya vamos a tener tiempo para nosotros amor. Ahora quiero que la culees a mi mamá como corresponde y tengas el mejor orgasmo de tu vida. Te amo.

-Yo también te amo Gi – Se besaron una vez más, pero esta vez las manos de Lucas volvieron a mi cintura y sentí como su pija retrocedía lentamente para enseguida volver a entrar hasta el fondo. Entonces sentí una especie de pinchazo y una sensación de calor extremo bajó por mi vagina y luego por mis piernas.

-¡Mama!, Sos una cerda, te estás haciendo pis encima… - Recién en ese momento me di cuenta de lo que pasaba, y me avergoncé tanto que me largué a llorar.

Lucas sacó su pija de mi culo. Estaba segura de que la cosa se había terminado, y me sentía tan degradada que no cabía en mí. Pensé en pedir disculpas, pero el llanto no me dejaba hablar. Mis muslos estaban calientes y mojados, había empapado los almohadones sobre los que se apoyaban mis rodillas y se había formado un charco alrededor. Intenté levantarme mientras pensaba como limpiaría todo eso, y empecé a tener miedo de la reacción de Gigi por haber arruinado así el clima, pero entonces las manos de Lucas me retuvieron y su verga volvió a apoyarse dura sobre mis nalgas. Cuando me quise dar cuenta me estaba penetrando otra vez y empezaba a bombearme el culo cada vez más fuerte, sacaba su miembro casi completo para volver a meterlo y abrirme un poco más en cada embestida. Aunque iba aumentando la velocidad, el dolor casi había desaparecido, y en su lugar me empezaba a invadir un bienestar que se incrementaba cada vez que mi esfinter se agrandaba para abrirle paso a su pija. Me olvidé del pequeño accidente que había tenido y mi llanto se convirtió en un suspiro entrecortado, poco después los dos gemíamos casi al unísono. Por primera vez en la noche sentí la necesidad de tocarme, pero no pude hacerlo porque mis brazos seguían atados. Finalmente el grito de placer de Lucas, la presión de sus manos en mis caderas, y una fuerte sensación de calor en mis intestinos me hicieron saber que estaba acabando. Gigi parecía estar disfrutando más que yo, y se había sentado en la cama para mirarnos con una mano adentro del pantalón desabrochado y la otra acariciando sus pezones. Lucas sacó su pija cuando todavía no se había ablandado y se quedó arrodillado en silencio viendo como me había dejado el culo.

-¿Te gustó llenarle la cola de leche a mi mama? – Gigi todavía hablaba con un tono provocativo, se puso de pie y caminó por la habitación.

-Sí, me gustó demasiado… - Todavía en la misma posición, Lucas me acariciaba la espalda como quien acaricia a un perrito indefenso después de castigarlo.

-Ufff, mirá como la dejaste… nunca pensé que un culo podía quedar tan abierto, esperá que voy a sacarle una fotito, apoyale la verga...

-¿Así? – Lucas apoyó todo el peso de su carne ya fláccida sobre mi nalga izquierda mientras Gigi le hacía una sesión de fotos.

-Si amor, saliste hermoso – Se sentó en la cama delante de mí, me desató los brazos y trató de levantarme, pero yo no sentía las piernas y después de un par de intentos terminé acostada de espaldas en el suelo - ¿Mami estás bien? – Ahora mi hija parecía preocupada.

-Sí, no te preocupes, solo un poco dolorida y acalambrada, ya se me va a pasar.

-¿Querés que te subamos a mi cama?

-No, acá estoy bien

-¿Te ayudo a ir hasta el baño?

-No, ya no hace falta, déjenme un ratito así.

Estaba tan cansada y dolorida que me quedé dormida. No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando abrí los ojos estaba sola y se escuchaban gritos y gemidos que venían desde mi habitación. Los chicos habían apagado la luz y me habían dejado tirada en el piso sobre un charco de mi propia orina, tenía la cara cubierta de semen seco y sentía una especie de ardor que me atravesaba y me hacía palpitar todo el cuerpo. Me llevé una mano a la cola y no me reconocí cuando palpé la carne expuesta de mi ano dilatado, lo recorrí con el dedo y comprobé que estaba pegajoso, cubierto de semen por dentro y por fuera, y tan abierto como cuando Lucas terminó de cogerme. Estuve un rato preocupada, fantaseando con que se quedaría así, y con lo que diría Sebas cuando viera mi culo arruinado, hasta que finalmente el sueño volvió a vencerme y, como pude, me subí a la cama de mi hija para dormir un poco más.

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